ADIOS AL AMIGO
Durante al menos 15 años, Alberto Farina fue para mí un colega respetado, al que apreciaba como tal y con el que coincidíamos en actividades como la de la foto que ilustra este texto. Pasada la tormenta del 2001, la profesión nos volvió a reunir en el INCAA. Corralito mediante, yo había perdido mi condición de propietaria y Alberto, con total confianza y generosidad me alquiló el departamento en el que todavía vivo, a precio razonable y sin otra garantía que el conocimiento mutuo. En ese momento fue que comencé a conocer al hombre bueno que era Alberto Farina por encima de sus valores profesionales. En esta semana, numerosas necrológicas dieron cuenta de sus valores como crítico, docente, investigador, historiador, documentalista y amante del género fantástico y de terror, entre otras cuestiones, por lo cual abundar en ellas sería redundante y por otra parte el propósito de esta despedida es otro. Sin ninguna prisa periodística y sin ánimo de escandalizar, reconfirmo en esta ta