LA LA LAND


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LA VUELTA DE AQUELLA  SENCILLA FELICIDAD


En el comienzo de mi precoz e ininterrumpido romance con la imagen en movimiento no existía nada que se pareciera al streaming: ni páginas para ver películas, ni un DVD, y ni siquiera un VHS. Sólo series en algún televisor blanco y negro, no siempre en la casa de uno; las maravillosas tardes de fin de semana en el salón de actos de la escuela y los cines... los inolvidables cines de barrio donde nos iniciamos todos los de mi generación. Donde veíamos lo que daban: "las de Cow Boys", "las de guerra", alguno que otro drama, los musicales y "las de amor". Lo recuerdo y se me eriza la piel por el recuerdo vívido de tanto goce en aquellos templos iniciáticos en los que se nos abría la puerta de un mundo mágico del que creo que, al menos yo, nunca volví. Una experiencia intransferible que sólo puede ser comprendida realmente por quien la haya compartido. Un momento único de libertad, de emociones desatadas y asombro genuino sin interferencias intelectuales. Puro placer y felicidad.

Todo eso y más volvió ayer en la función de La La land y su Technicolor. Volvieron el Cinemascope, lo ingenuo, los decorados de estudio. Cyd Charisse y Gene Kelly.  Fred Astaire y Ginger Rogers aunque Ryan Gosling y Emma Stone no bailaran como ellos. Ryan como un mix de Jimmy Stewart y Tyrone Power. Volvieron Amor sin Barreras, Grease, Cantando bajo la lluvia, Un americano en Paris, Sweet Charity y otros musicales igualmente recordables. Los sueños clásicos de los que van a Hollywood buscando el estrellato. Todo volvió; con el mismo poder de hacerme perder el pudor y dar rienda suelta a mis emociones. A pesar de mis prejuicios iniciales que sólo duraron hasta el fin de la primera escena a la que comparé racionalmente con un mal remedo de algunas de las de West Side Story. Siempre la mente acechando con sus trampas a los sentimientos. Quizás fue tanto run run previo leído en las redes sociales a favor o en contra. O  tantas nominaciones que me hicieron pensar mal. Por fortuna, la sensación duro poco. Y La La Land se me fue metiendo el cuerpo y mucho más lejos; en ese entrañable lugar de mi memoria emotiva y comencé a gozar como desde mis cinco años lo hice cada vez que entraba a la sala oscura. El mundo mágico y sencillo otra vez. Guiada por alguien tan joven como Damien Chazelle, quien tuvo que haber viajado en el tiempo o ser muy talentoso para captar la esencia más pura de aquello con exactitud. Y con un giro contemporáneo que descubre en todo momento los juegos de apariencias y que remata la historia con un final que la salva de la cursilería. Fui feliz. Sí, fui muy feliz y lo demás poco importa. Acaso la clave la tiene un diálogo entre los protagonistas cuando ella escribe su obra de teatro: " Le gustará al público?" pregunta. "Eso no importa. Fuck them", le responde su compañero y está todo dicho.

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