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Mostrando entradas de julio, 2019

FRIO

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El café caliente, recién hecho y la calidez de mi sencilla casa iluminada, de a poco me van devolviendo el alma al cuerpo. Vengo del frío y las pequeñas cosas cotidianas me regresan a un presente que,  no será de lo mejor que se ha visto, pero que por suerte, está muy lejos de ese horror del pasado que me acaba de congelar hasta los huesos. Siento un frío que no es del cuerpo, aunque este sea un invierno duro. Vengo del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que para mi seguirá siendo la ESMA, aunque aplauda el hecho de haber transformado aquel lugar nefasto en este. Me había demorado en ir a la muestra "Bergman en la Argentina", que curaba un colega, mientras estuvo en un acogedor museo de San Isidro. Entonces, justo este domingo frío de invierno, tuve la feliz idea de ir a verla en su nueva sede. Hasta hoy nunca había pisado el lugar. No quise. Ni siquiera asistí a homenajes a familiares de amigos cercanos que se realizaron allí. Como tampoco fui

KEROUAC

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Justo el día después de su septuagésimo cumpleaños Antonia comenzó a leer a Kerouac  por primera vez en su vida. "El ángel subtérraneo". Un libro destartalado y vuelto a pegar por ella misma descuidadamente. Tanto que la portada quedó al revés. O sea que, para empezar había que darlo vuelta. El principio como fin y viceversa. El ejemplar durmió en su biblioteca durante 34 años por lo menos. Después pasó a su mesa de luz. Alguna vez abrió algunas páginas al azar, pero pronto la escritura espontánea del canadiense la indujo al sueño. Curiosamente, el libro sobrevivió a las distintas limpiezas de biblioteca que precedieron a sus muchas mudanzas de un cierto tiempo. Vaya a saber porque. Nada afectivo parecía ligarlo a ella. Más bien lo contrario; teniendo en cuenta que provino de aquél corrector del matutino de la Calle Hornos, olvidable poeta de bajo vuelo; con el que Antonia había salido en los tempranos´80, casi por solidaridad compasiva, cuando el rubio, que le venía

OFICIO

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No me considero escritora. Eso sería de mi parte alimentar un ego tan alto como el obelisco. Apenas una artesana de las palabras que como dijo Celia Otero, borda con ellas, a falta de mayor habilidad manual. Estos dos libritos han sido hasta ahora mi aporte a la industria editorial. Ambos periodísticos y por encargo. Por lo cual refuerzo el concepto de no ser escritora. Quizás escribiente afortunada sí, por haber podido vivir de esa herramienta durante tanto tiempo. El segundo de los libros fue escrito a cuatro manos con un colega y ambos lo firmamos con seudónimo porque el tema estaba muy cercano en el tiempo. Se que fue utilizado para la película homónima, posteriormente. A mi modo he ido cumpliendo con el dicho "plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro". Madre soy. Y si bien he plantado plantas, no me llegó aún el momento de plantar un verdadero árbol. Sin duda lo haré. No se si llegaré a publicar algo más personal. Tampoco me lo impongo como meta o e