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No me considero escritora. Eso sería de mi parte alimentar un ego tan alto como el obelisco. Apenas una artesana de las palabras que como dijo Celia Otero, borda con ellas, a falta de mayor habilidad manual. Estos dos libritos han sido hasta ahora mi aporte a la industria editorial. Ambos periodísticos y por encargo. Por lo cual refuerzo el concepto de no ser escritora. Quizás escribiente afortunada sí, por haber podido vivir de esa herramienta durante tanto tiempo. El segundo de los libros fue escrito a cuatro manos con un colega y ambos lo firmamos con seudónimo porque el tema estaba muy cercano en el tiempo. Se que fue utilizado para la película homónima, posteriormente.


A mi modo he ido cumpliendo con el dicho "plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro". Madre soy. Y si bien he plantado plantas, no me llegó aún el momento de plantar un verdadero árbol. Sin duda lo haré. No se si llegaré a publicar algo más personal. Tampoco me lo impongo como meta o exigencia. En este gratificante momento de calma que trajo la madurez, simplemente vivo. Día por día. Instante por instante. Y descubro que todo va sucediendo igual. Sin que sea necesario apretar los dientes o poner una voluntad a toda prueba. Como estas reflexiones que se me acaban de ocurrir a cuento del Día del Escritor. Delicias de este tiempo que aparenta ser convulsionado en otra dimensión.


Junio 2019

















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